lunes, 10 de septiembre de 2007

"Y siguieron pasando los días... y por más veces que Marta iba a visitar a Sonia al centro donde se hallaba ingresada, jamás lograba convencerse de por qué había comenzado todo y por qué su mejor amiga, la que siempre había sido tan dulce y alegre, había cambiado tan de repente como para hacer lo que había hecho, o lo que desgraciadamente había intentado.

Mientras caminaba por las calles del interior del hospital, dejó que su mente evocara momentos ya pasados, y por un momento sostener en su corazón, la fugaz y piadosa mentira de que simplemente iba a ver cómo Sonia se recuperaba de un mero catarro o de la recuperación tras una operación de la rótula... o algo por el estilo...

Entonces vio como pasaban por delante de sus ojos, sin parpadear si quiera, las imágenes de las vivencias pasadas... la primera vez que se sonrieron y se abrazaron una tarde de lluvia horrenda a mediados de diciembre hacía seis años atrás..., la vez que Sonia vino a su casa para tomar algo mientras hacían los deberes y empollaban las fastidiosas matemáticas..., o lo intentaban porqué acababan hablando de ligoteos y otros chismes; o la vez que salieron de marcha juntas y su impresión de aquél pub al que tanto les gustaba ir juntas para pasar la noche de los findes,...; o la vez que Sonia la había ayudado cuando su padre se había dado a la bebida y Marta, sí, lo pasó muy mal...; o las veces que Sonia había cuidado de ella cuando tenía miedo o algún chico la molestaba excesivamente... Aunque se llevaran tres años, entre ellas existía un vínculo muy especial que jamás se rompería... eso lo tenían clarísimo..., se prometieron hace tres meses que nada cambiaría y que estarían la una para la otra para siempre... pero...

Pero ahora todo había cambiado, y muy radicalmente. Finalmente Marta llegó al pabellón de psiquiatría y como no estaba el conserje fuera decidió darle al interfono. Ante ella había una puerta de hierro con cristales muy duros cerrada con tres vueltas de llave. Justo al otro lado se extendía la "recepción" de las visitas y se atendían otras pequeñas urgencias, pero todo separado por unos diez, doce metros de distancia, de manera que nadie era disturbado. A mano derecha estaba la puerta para los enfermos, y más allá por ese pasillo lateral las escaleras hacia la primera planta donde estaban los que vulgarmente todos llamamos drogadictos... Minutos después, el enfermero de siempre abrió la puerta y con un gesto frío como el color de su bata dijo a Marta que ya podía pasar.

Un momento, eso le pidieron. El enfermero cerró la puerta y un gran estruendo retumbó por las paredes de aquel gigantesco edificio de color blanco con ningún olor en particular, cosa que ponía los pelos de punta y recordaba las viejas películas de Hollywood. Alzó la vista y, aunque todavía despistada como soñando, miró al frente y pudo ver que hoy era un día tranquilo y que no habían muchas urgencias. Había mucho silencio, demasiado y eso la inquietó mucho. Nerviosa como estaba se dispuso a buscar en su bolso un cigarro con el que poder desahogarse... La mano le titubeó a la hora de encender fuego, temblaba. Aunque no estaba permitido ella lo hacía igual, decía que ya era suficientemente duro el hecho de soportar esa situación sola como para que tuvieran que prohibirle el único vicio que conservaba.

Pero... de repente algo quebró la tranquilidad y se oyeron los estrepitosos gritos y gemidos de una chica que lloraba y gritaba... y el enfermero entró corriendo por el pasillo lateral, suponemos que para ayudar a sus compañeros, y con las prisas las puertas quedaron abiertas y pudo distinguir la sombra de una chica adolescente que pataleaba y lloraba mientras intentaba ser sujetada por dos enfermeras y otro se disponía a inyectarle un tranquilizante. Entonces, cuando la aguja traspasó el brazo de la joven, Marta apartó la mirada y pudo comprender a lo que había venido. Sonia, estaba enferma, y ya nada era como antes...

En ese momento tomó valor y sin importarle las normas de aquel lugar, dejó atrás la entrada y fue ella misma hacia la habitación donde estaba ingresada Sonia. Era su amiga, y por nada en el mundo iba a dejarla sola en momentos así. Paso ligero, golpes de tacón contra el suelo, pelo liso sin movimiento alguno, rimel corrido, y todavía restos de nicotina entre los dientes... Tiró el pitillo en la primera papelera que encontró y todo volvió a quedar en silencio un segundo más...

Había pasado una semana desde aquel día "accidentado" y era hora de ver la cara de su todavía mejor amiga...".


Perdonen que no haya escrito nada sensato como de costumbre, pero tenía ganas de compartir un segundo con ustedes, un breve fragmento de una historia que empecé a escribir hace poco y que si les gusta, puedo escribirles fragmentos que considere interesantes por aquí, de vez en cuando.

Por lo general hoy fue un día tranquilo sin muchas complicaciones. Sin embargo, tampoco encuentro prudente hablar en voz alta, o escribirlo mejor dicho, puesto que ya sabemos que ocurre con las personas esperanzadas en las películas... que cuando dicen que hace un buen día y nada podría estropear un día así, va y ocurre... Así que tomaré el camino de la prudencia y diré que todo está tranquilo pues al menos con eso no diré ninguna mentira.


Un abrazo muy fuerte a todos,




El Ángel Guardián






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