jueves, 10 de abril de 2008



Quien juega con fuego se puede quemar... pues lo mismo los adolescentes se pueden estrellar cuando por imprudencia juegan a ser maduros y en verdad con sus ansías no pueden llegar a permitirse "comerse el mundo". Ahí es cuando uno debe preguntarse si verdaderamente está haciendo lo correcto o no. Perdonad si soy alguien que está hecho a la antigua, pero soy de los que piensa que nunca está de más un buen consejo, un consejo de un padre o de una madre, entiéndanme. La experiencia y la vejez sirven de mucho.

Hay dos clases de personas, las que nacen con picardía y las que no. Las primeras se aprovechan de las segundas, que son las más humildes y las que mejor les va en la vida o lamentablemente peor desgraciadamente por mala suerte, pero así está montado. ¿No les ha pasado que se han encontrado con una persona que a pesar de todo, que ha crecido, que se supone que debe haber madurado,... parece no haber "crecido" lo suficiente? Me entienden, ¿no?... Gente que va de lista y quiere todo hecho, y ése no es el plan... ¡Ay de aquéllos que se desloman por traer el plato de comida a la mesa para que después otros simplemente coman y ni tan sólo se dignen a recogerlo, qué ciegos serán! ¿Cuándo se darán cuenta? Yo pienso que es cuestión de tiempo, ¿pero y mientras?

Mientras, todo es muy distinto a como era antes. Las personas cambian, se dejan llevar por esas primeras personas más gorronas por llamarlas de alguna manera, y pido perdón por mi vocabulario un tanto vulgar, pero me indignan estas situaciones. Sin embargo, los padres lo ven en seguida. ¿Por qué no hacemos caso de los padres? Por qué reconocer que nos hemos equivocado es algo que nos cuesta mucho a los seres humanos en general. Por eso simplemente. Tiempo, todo es tiempo. Ya se darán cuenta, pienso yo.

Sin más palabras y desde la indignación, hoy cierro este interrogante en mi cabeza y me dispongo a redactar otra entrada sobre otro tema distinto.


Un fuerte abrazo,



El Ángel Guardián





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